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miércoles, 20 de junio de 2012

Carta abierta a los ciudadanos de Valencia.

Queridos amigos de Valencia.

Ha llegado a mi conocimiento el hecho de que habéis enviado una carta al piloto español de Ferrari, Fernando Alonso. En ella expresáis el profundo rechazo que sentís hacia lo que habéis denominado "un lamentable espectáculo circense". Habéis también dicho que en la Comunidad Valenciana existe una afición insignificante para este tipo de espectáculos, que crea una "ilusión y fantasía al alcance de muy poca gente". Os habéis quejado de olores, ruidos, etc. Cortes de calles, molestias...

Entiendo que os quejéis, pero ¿por qué sois tan hipócritas?

Mis disculpas, pero...

... no os entiendo. Vale, igual hipócritas es un término potencialmente ofensivo. Pero es que no tenéis otra palabra que pueda designar lo que pretendéis. Para intentar explicarlo, vamos a contaros un cuento, un cuento basado en hechos reales. Espero que me atendáis y sigáis conmigo para cuando lo acabe y podamos extraer conclusiones juntos.

¿Preparados?

El cuento del hombre molesto

Había una vez un hombre que vivía en una bella población al este de su país. Sol, playas, bellas mujeres, hermosas calles... La verdad es que lo tenía todo. Estaba contento de vivir allí, con todas esas ventajas. Cada mañana, antes de que amaneciera, se levantaba con una sonrisa, se preparaba y salía de su casa para coger el autobús. Ese autobús le llevaba a la estación de ferrocarril, donde tenía que subir a un tren para llegar a la localidad en la que trabajaba. Todos los días hacía el mismo trayecto y todos los días lo hacía sin problemas ni impedimentos. Y a la vuelta, el recorrido contrario.

Un buen día, cuando ya apretaba el calor y volviéndose a casa en el autobús, éste hizo un trayecto distinto. "¿Qué pasa?", preguntó al conductor del autobús. "Nada, es que han cortado las calles, por las fiestas". El hombre, sorprendido, se volvió a sentar. Cuando llegaba el turno de bajarse, el autobús ni se acercó a la parada que le correspondía, sino que paró tres calles más allá, con lo que el hombre, cansado de un duro día de trabajo, tuvo que caminar durante diez minutos hasta llegar a su casa. Normalmente, tardaba tres.

Cuando, por fin, entró en su calle, la encontró toda engalanada con luces de colores. Una de esas tiras estaba a punto de ser colocada dando justo a la ventana de su dormitorio. "Oiga," llamó a uno de los que estaban poniendo las luces, "¿por qué pone las luces ahí? Esa es la ventana de mi dormitorio y no me va a dejar dormir. Y yo tengo un duro día de trabajo mañana." El operario le contestó: "Venga, hombre... Son fiestas. No se queje usted tanto. Baje la persiana." El hombre le dijo: "Si la bajo, me asfixiaré. Son días de mucho calor." Pero el operario no le contestó, se rió de él y siguió colocando la iluminación.

Con el ánimo abatido, el hombre caminó hasta el portal cuando, de pronto, un rugido ensordecedor estremeció su corazón y le hizo dar un salto temeroso. El operario de las luces soltó una carcajada y le espetó: "Fiestas, caballero. Tracas". "Ruido y malos olores, operario", contestó enfadado nuestro protagonista, "que molestan a los que tenemos que trabajar mañana". El operario volvió a carcajearse.

Aquella noche, apenas durmió. Con la persiana bajada, pues las luces no le permitían conciliar el sueño, pasó mucho calor y dio vueltas y más vueltas sobre una sábana empapada en sudor. Cuando se levantó, cansado y ojeroso, se vistió y se dirigió a su parada de autobús... para descubrir que había sido desplazada tres calles. Corriendo, cansado como estaba, llegó a la parada habilitada... unos segundos tarde. Su autobús se había ido justo cuando él llegaba. Esperó y esperó al siguiente, que llegó tarde y le dejó en la estación de ferrocarril con el tiempo justo. Cuando fue a subir al tren, una muchedumbre esperaba para subir, gente que quería volver a casa después de pasar la noche de fiesta. Todos no cabían, así que tuvo que esperar una hora a que saliera el siguiente tren.

Llegó tarde a trabajar. Su jefe le echó un buen rapapolvo y le puso de mal humor para todo el día. Pasó las horas de trabajo como pudo y volvió a su casa. Cuando entró en su calle descubrió que habían plantado allí una caseta, con una barra de bar. "Me tomaré algo", se dijo, "así igual se me pasa este mal humor". Pero un hombre le impidió la entrada: "Aquí no se puede pasar sin ser socio". Se fue a casa, cenó y se acostó en otra habitación, para evitar las luces. Pero la música de la caseta de abajo, los petardos, el olor a polvora quemada lo inundaba todo y tampoco pudo dormir.

Pero a los pocos días, todo acabó. Se recogió la caseta, se desmontaron las luces y las rutas de autobús y afluencia de pasajeros en el tren volvieron a la normalidad. Y el hombre reflexionó así: "Es derecho de todos relajarse y divertirse. Quizá, centrado en mi trabajo, olvidé que todos tenemos derecho a divertirnos y pasar nuestro tiempo libre de la mejor manera posible. Son sólo unos días al año, hay que ser buen vecino y tolerarlo. Porque todo acaba pasando y volviendo a la normalidad".

¿Les suena?

A mí desde luego, sí que me suena. Y más cuando este fin de semana son las Hogueras de San Juan aquí, en Alicante, donde resido. Supongo que a ustedes, habitantes de Valencia, les recordará a las Fallas.

Y podemos establecer un paralelismo enorme entre el Gran Premio de Europa y las Fallas/Hogueras. Vamos a ir punto por punto.

Es un espectáculo circense. ¿Y qué son, si no, las Fallas y las Hogueras? La quema de muñecos de cartón se convierte en un espectáculo por el que mucha gente (turistas sobre todo) pagan mucho dinero por ver. No porque se cobre la cremá, sino porque los hoteles y restaurantes inflan sus precios.

Cortan las calles, no se puede circular. ¿Las Fallas y las Hogueras no las cortan? La insistencia de los componentes de las barracas y racós por tener su monumento y "cortijillo" a la puerta de sus casas (o dos metros más allá, todo lo más) obliga a cortar calles, eliminar plazas de aparcamiento, trasladar paradas de transporte público. Todo ello también conlleva una molestia y una gran pérdida de tiempo para el que no tiene que ver con semejante festejo.

El ruido y los olores son insoportables. ¿Las Fallas y las Hogueras no provocan malos olores y ruidos? Orines de borrachos por la calle, música hasta altas horas de la madrugada, estallido de petardos y tracas variadas... Supongo que como valencianos/alicantinos de pro, todo este jaleo y olores no les parecerá molesto, pero hay otras personas a las que sí nos molestan. Sobre todo los petardazos a deshoras o la música machacona hasta las cuatro de la mañana a todo volumen. Y eso por no hablar de la basura que se genera, claro.

A escasos treinta kilómetros existe un circuito apto. ¿Y es que no hay espacios libres o "descampados" en Valencia/Alicante donde ubicar Fallas/Hogueras sin perjuicio de la ciudadanía? Es más, ni siquiera están a tanta distancia. En mi propio caso, hay un descampado tan sólo cien metros más lejos de mi casa, donde ubicar hasta veinte monumentos con sus barracas. Pero no se hace. ¿Por qué? Pues porque los foguerers quieren todo a su puerta.

A esto habría que añadirle que Cheste está bien para entrenar, pero es un circuito de motociclismo y, como tal, no es seguro para la F1.

El circuito es una imposición. ¿Y no son imposición las Fallas y las Hogueras? Muchos no participamos de ellas y tenemos la molestia encima, por mucho que no la queramos.

Crea ilusión y fantasía al alcance de muy poca gente. ¿Y las Fallas y las Hogueras no la crean? Las cuotas de algunas barracas y racós, por ejemplo, ascienden al doble del monto total de pasar los tres días en Valencia, en un hotel, con entrada para los libres, la clasificación y el Gran Premio. Y vamos a desglosarlo:

Entradas, tribuna principal, tres días: 400 euros.
Hotel, dos noches (viernes y sábado): 200 euros (Apartamentos Puerto Valencia, a 10 minutos del circuito).
Ida y vuelta en tren: 55 euros.
TOTAL: 655 euros.

Es decir, que está al alcance de cualquiera. Yo lo hago ahorrando 55 euritos mensuales durante el año. Algunas barracas están cobrando hasta 800 euros anuales.

Es de justicia

Como veis, todo lo que aducís para que no se celebre el Gran Premio de Europa en vuestras calles es lo mismo que provocáis vosotros con vuestros festejos en la gente a la que no nos gustan las Fallas/Hogueras pero sí que formamos parte de esa "afición insignificante" de la Comunidad Valenciana. Por lo tanto, creo que lo justo es que digamos que unos y otros sufrimos los gustos de los contrarios.

También creo que es justo comentar el coste. Por supuesto, el coste astronómico para la ciudad de Valencia es la diferencia principal que debería hacer desechar la idea del circuito de Formula 1. Pero, ¿quién pone ese dinero? Toda la Comunidad Valenciana. Con lo que también deberíamos estar en desacuerdo desde las humildes tierras de Alicante.

Sin embargo, los pingües beneficios que la celebración del Gran Premio de Europa genera, ¿quién se los queda? La ciudad de Valencia, ya sea en los bolsillos de sus empresarios o en los de sus políticos, a quienes esos empresarios pagarán sus impuestos. Por lo tanto, también es de justicia que se diga que los beneficios del GP de Europa redundan en la ciudad que lo organiza y NO EN EL RESTO DE LA COMUNIDAD VALENCIANA, que también paga la organización del Gran Premio. Como decía el cómico: "las gallinas que entran por las que salen".

Concluyendo

Que sí, que la celebración del GP de Europa es una molestia enorme, pero tanto o más que la celebración de las Fallas o las Hogueras. Para gustos se hicieron los colores y todos tenemos nuestro gusto, por lo que si unos tragamos con una cosa, otros tragáis con otra. Y mucho más si encima a vosotros vuestro mal trago os provoca beneficios que luego no se extienden a los que también pagamos por el GP. El que seamos muchos o pocos los que disfrutamos con una cosa y otra, ¿qué? ¿Prohibimos también los Mercedes porque sólo los disfrutan unos pocos?

Por supuesto, esto es una opinión y las opiniones son como los culos: todo el mundo tiene uno y piensa que el de los demás apesta.

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